"Como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, así también en Cristo abunda nuestro consuelo"

 

Cuando sufrimos, cuando tenemos dolor, tristeza, cansancio, adversidad o dificultades, y venimos a Jesús, no somos liberados de nuestra cruz, porque “el discípulo no está por encima de su maestro”, sino que somos consolados. Cristo mismo nos ha dicho que quiere que carguemos con nuestra cruz; es la condición indispensable para convertirse en su verdadero discípulo, pero también promete que refrescará a quienes vengan a encontrar en él un bálsamo para sus sufrimientos. 

Y Él mismo nos invita: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os refrescaré”. Sus palabras son infalibles. Si acudes a Él con confianza, ten la seguridad de que se volverá tiernamente hacia ti. ¿No fue él mismo aplastado por el sufrimiento hasta el punto de gritar: “Padre, pase de mí este cáliz de amargura”? San Pablo nos dice expresamente que una de las razones por las que Cristo deseaba soportar el dolor era para poder socorrer a los que acudieran a él. Él es el Buen Samaritano que se inclina sobre la humanidad que sufre y nos trae, con la salvación, el consuelo del Espíritu de Amor. De Él nace todo verdadero consuelo para nuestras almas. San Pablo nos repite: "Como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, así también en Cristo abunda nuestro consuelo". Ves cómo identifica sus tribulaciones con las de Jesús, ya que es miembro del cuerpo místico de Cristo, y cómo también de Cristo recibe consuelo.



Beato Columba Marmion
Sábado 29 de Octubre del 2021