¡Preparen el camino del Señor!
¡Viva Cristo Rey!
Pero la realeza de Cristo también es reconocida por otros reyes y por otras culturas, distintas al pueblo judío, sino, pensemos en la interrogante de aquellos magos del oriente que llegaron a Jerusalén: “…«¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.»” (Mt. 2, 2).
Pero el reinado de Cristo es “de otro modo”; dice el Papa Francisco en su reflexión del Angelus para la fiesta de Cristo Rey 2015 que “Los reinos de este mundo a veces se basan en la prepotencia, en la rivalidad, opresión; el reino de Cristo, es un “reino de justicia, de amor y de paz”. Esta es la gran lección para el cristiano que reconoce a Cristo como su Rey y Señor y que se compromete a la construcción de su Reino aquí en la tierra.
El Reino de Cristo es conquistado con la espada del servicio, gobernado bajo la ley del amor y establecido por la fuerza del Espíritu Santo. Jesucristo no es un rey entronizado y coronado en el oro, a diferencia de los criterios de este mundo, el trono de Cristo es una cruz, su corona es de espinas y su cetro la lanza que traspaso su costado; la mayor conquista del reinado de Cristo es su muerte en la cruz, que instauro su reinado de amor hasta los confines de la tierra, de esto, todos nosotros somos testigos.
Nos dice el Papa Francisco: “Jesús se ha revelado como rey en la Cruz. Quien mira la Cruz de Cristo no puede dejar de ver la sorprendente gratuidad del amor. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia del Cruz y en la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, también frente al rechazo, y que parece como el cumplimiento de una vida gastada en el total ofrecimiento de sí mismo a favor de la humanidad…” Esto lo entendieron muy bien muchos mártires y santos de la Iglesia a lo largo de la historia.
¡Viva Cristo Rey! Es el reconocimiento del Reinado de Cristo vivo y entre nosotros; también fue el grito de batalla de tantos mártires mexicanos que se negaron a renegar de su fe, como el Beato Miguel Agustín Pro, que antes que negar su fe para salvar su vida, oro por sus verdugos, los bendijo, extendió sus brazos en cruz y exclamó fuertemente: “¡Viva Cristo Rey!”, seguido de los disparos que acabaron con su vida; y que decir del también Beato José Luis Sánchez del Río, que aunque le insistía que dijera “Muera Cristo Rey” a cambio de perdonar su vida, el seguía proclamando con fuerza camino a su calvario “¡Viva Cristo Rey!”, tanto que estas también fueron sus últimas palabras.
¿Y nosotros que? ¿Tendremos que esperar circunstancias tan difíciles para reconocer a Cristo como nuestro Rey? La mejor prueba de fe que podemos darle a Jesús hoy es precisamente reconocerle como “Rey de Reyes y Señor de Señores”, mi Rey, mi Señor, mi Dios y mi todo. No solo proclamarlo con la boca, sino testimoniarlo con la vida misma, invitando a Jesús a gobernar cada área de nuestra vida.
Como dice una alabanza tan hermosa del cantautor católico Joan Sánchez: “Si tú eres el Rey, el Rey de mi vida, el número uno en mi corazón, a ti yo te rindo todo lo que soy…”. Sí, si Jesús es Rey para mí, lo tiene que ser de toda mi vida: Señor y Rey de mi familia, Señor y Rey de mis relaciones de amistad, Señor y Rey de mi noviazgo, Señor y Rey de mi matrimonio… Él debe ser el único Señor y Rey de mis bienes, dinero, trabajo, tiempo; Señor y Rey de todo, el número uno de mi corazón, porque está al centro, ocupando el lugar principal que se merece y no el que quiero darle a conveniencia.
Si este día te sientes impulsado a proclamar a los cuatro vientos “¡VIVA CRISTO REY!”, hazlo, pero con el compromiso de vivir lo que proclamas y de darle a Cristo el lugar que se merece en su vida; solo así los cristianos podremos continuar extendiendo ese reinado de amor por todo el mundo, hasta los confines de la tierra, haciendo discípulos en todas las naciones y proclamando al mundo su amor y misericordia.
Fuente:Ernesto Martínez.